Tzintzuntzan, Michoacán; 18 de abril del 2022.- Los Penitentes de Tzintzuntzan pagaron anónimamente con cansancio, dolor y sangre las mandas hechas al Señor del Santo Entierro. Desde las nueve horas del Viernes Santo salieron a recorrer empedrados, prados y caminos sinuosos cubiertos con un capirote que oculta su rostro, un mandil que cubre sus partes nobles y unos grilletes de más de tres kilos que laceran sus espinillas, tobillos, talones y pantorrillas. Además, llevan un lazo con el que sostienen los metales, mismo que roza sus testículos al caminar; portan también un plato en el que reciben limosnas para el templo.
Fueron 35 Los Penitentes inscritos y 35 los que hicieron recorridos durante dos horas cada uno. El sonido metálico de los grilletes anunciaba sus pasos y, la gente, consternada al imaginar las penas de aquellos hombres que mantienen viva una tradición centenaria que data de los tiempos de la colonia, los veía en silencio y consideración. Cada uno iba apoyado por dos personas adultas, las que los llevaban agarrado de los brazos para que no cayeran al suelo.
Tiempo atrás todos los grilletes eran añosos, su fundición fue realizada hace más de 500 años, ahora solamente quedan 3 de esos, los demás fueron creados en los tiempos que corren. En el capirote solamente llevan tres o cuatro orificios, uno para cada ojo y el resto para la nariz; No pueden desprenderse de él sin haber concluido su recorrido. La mayoría de los participantes son de Tzintzuntzan, aunque algunos llegan de las poblaciones cercanas, como don Jerónimo Rubén, oriundo de Cucuchucho, un hombre de 63 años que suma 41 participando con grilletes y con cruz.
Con lágrimas dibujadas en los ojos por la emoción y la fe, don Jero nos confió sus razones: “yo lo hago por la necesidad. No tenía donde pisar y le pedí al Señor del Santo Entierro que me ayudara y que me hacía penitente, ahora tengo mi casita; le pedí que me socorriera para un cochecito, y ahora tengo mi carrito; le pedí que me diera trabajo, y desde entonces no me falta la chamba; todo lo que le he pedido me lo ha concedido, por eso participaré toda mi vida, hasta que ya no pueda. Pero no es fácil, porque hasta mis hermanos me tiran de loco, de farsante”.
Otro, natural de Tzintzuntzan, de quien no puedo decir su nombre por razones obvias, lo hace con gran fervor, “porque cometí un delito grave que me llevó a prisión, me iban a echar muchos años de condena, más de veinte, pero me encomendé al Señor y le pedí que me ayudara para que no fueran tantos, y él me escuchó, solamente me dieron 5 años, ya tengo 7 participando, lo voy a hacer siempre; le prometí que en cuanto saliera me iba a poner los grilletes y le he cumplido, solo que por la pandemia no hubo dos años ; ahora vivo libre, feliz y ya hasta tengo mi esposa y mis hijos. No volveré a equivocarme”.
Los Penitentes de grilletes andan de día. De noche salen los que cargan la cruz, participaron más de cien, ellos, además, se flagelaban con “la disciplina”, un látigo cortó con varias puntas en las que lleva clavos que rasgan sus carnes de la espalda. Algunos caminan lejos, hasta el Ojo de Agua, otros dan vueltas y vueltas en el Atrio de los Olivos, el del Templo de San Francisco. Pero si alguno cae al suelo, tiene que empezar de nuevo todo el trayecto establecido, porque si no lo hace no cuenta, es decir no queda su manda pagada.